jueves, 9 de julio de 2009

Décimas de segundo


El sonido del teléfono móvil. Un número que revela intención. El pálpito de la espera al borde del final. La tecla verde. El “dígame”. La frase que resguarda un destino. Mi próximo destino. Escrito en la voz de alguien. Y hecho público…en décimas de segundo.

O tal vez un correo. Enviado desde una dirección usual. La clave del futuro encriptada mientras se abre esa bandeja. La pulsación de saber que aguarda el misterio de un país. El nombre del próximo billete de avión. La cuenta atrás. En segundos, décimas de segundos. Y después, la consciencia…el final de la espera.

La mirada intensa, la sonrisa, un juego, la autorización a acercarse. El beso que abre un camino al amor. La historia más mágica…O el rechazo. Escrito en el gesto hacia atrás. Una débil negación. Historias que podrían ser. O historias que se niegan. Y la decisión tomada…en décimos de segundo.

La apuesta por el éxito en manos de tres personas. Un jurado a quien convencer. Un propósito del que no se puede dudar. El convencimiento de que las maletas esperan allí, al otro lado del océano. El discurso convincente. Las preguntas. A veces más interrogativas. Un reto por superar. Un rail que dirigir. El tren…ese que nunca se desvía. Pero que puede hacerse más sólido hoy o fluir hacia más adelante. Sólo…en décimas de segundo.

El temblor de la tierra. Sentido como nunca antes percibí el gruñido de esa nuestra pachamama. Sin tiempo a reaccionar. Sin la oportunidad de entender la gravedad del momento. Temblores. A ratos más fuertes. La amenaza escrita en las ondas de un movimiento. Las calles peleando por romperse. El equilibrio de los edificios donde nada puede equilibrar un miedo. Los breves instantes de un terremoto. Acumulación de segundos que llevan a la desaparición de una ciudad. El terror y las secuelas. En tan sólo un breve, brevísimo espacio de tiempo.

Lentos parpadeos que batallan por comunicar. Una sensación de ahogo. El último suspiro a punto de brotar. La alerta del adiós forzado. Últimas comunicaciones. Con la paz de saberse a tiempo de despedirse. La elección de dejarla ir. Con el consentimiento de que así, será libre más tiempo. Y que aquí, también podremos vivir sin ellos, los que se van. Más allá. Y cruzan esa puerta…en décimas de segundos.

Y en el mismo breve espacio de tiempo, incalculable para los sentidos, abandona él su confort. El refugio de una alimentación satisfecha, el afecto garantizado, la consciencia evitada por los ojos cerrados. Nueve meses de escondite. Nueve meses de confort. Hasta que –de repente- en el último esfuerzo de ese largo dolor, rompe el muro del abrigo. Su saludo es el llanto. Su manto el abrazo. Grandes emociones condensadas …en décimas de segundos.

Instantes que esconden la esencia del todo, de lo verdaderamente importante. Instantes que a menudo perdemos mientras corremos hacia otra dirección. No siempre conocida. Menos todavía predecible. Pensando que los días son tan efímeros que es mejor aprovecharlos corriendo. ¿Y si las mejores cosas sucedieran mientras estamos sentados?

1 comentario:

lgg dijo...

quién sabe cuando suceden los mejores momentos? para eso: hacer siempre lo que sientas que debes hacer, correr, acostarte, sentarte, andar, caer, levantarte, o simplemente, estar...

qué nos depara la próxima estación?

chapeau!