martes, 12 de julio de 2011

A Facundo

Siempre existe una razón por la cual regresamos al papel. Un motivo que rompe esa tregua que dimos a las letras. Una causa por la que sentimos que no puede pasar más tiempo sin que dejemos escapar ese laberinto de palabras que se asfixia dentro. Hoy la causa, como no podía ser de otra forma, es Facundo Cabral.

Era mediodía en España cuando leí el primer comentario en Facebook sobre su muerte. La primera reacción fue de incredulidad. No por el hecho en sí puesto que Cabral tenía ya 74 años y su muerte podía atribuirse a causas naturales. Sino por la forma. Y el lugar.

Cabral había sido asesinado en Guatemala, el único país de entre todos los que he vivido donde he podido oler la violencia. Donde demasiadas veces vi sus consecuencias. Donde en muchas ocasiones me tocó escribir sobre víctimas.

Y a la vez tierra de increíbles paisajes y de personas muchas veces excepcionales. De resistentes, de observadores, de luchadores. Hechos de tenacidad. Forjados de valor. Alimentados de valentía. Personajes salpicados de un pasado violento que lograron salir adelante. Héroes que raras veces aparecen en los medios. Porque solo la sangre tiene la exclusiva en un país donde conservar la fe en el hombre no garantiza una portada.

Cabral era una de estas personas. Uno de los más grandes defensores de la vida. Abogado de la paz y la humanidad. Vital hasta límites insaciables. Crítico con un sistema económico que consideraba absurdo. Irónico con lo trivial. Maestro de letras que trascenderán los días. Quizás por ello su muerte ha teñido de luto toda América Latina.

No lograba explicarme las razones que podían haber llevado unos sicarios a matar a un cantautor. A ese hombre que pocos días antes de recibir tres balas reivindicaba un mundo sin fronteras con la ya mítica ‘No soy de aquí ni soy de allá’.

Lejos de aquí, de esta Cataluña donde vivimos con la misma tristeza que todos los latinoamericanos la muerte de Facundo, mi amigo Arturo escribía sobre el concierto que dio en Ciudad de Guatemala. Estas son tan solo algunas de las palabras que se pueden leer en su blog http://bufandaalviento.blogspot.com/.

“Más de cuatro mil personas de edades diversas, en completo silencio, con el oído alerta para agarrar cualquier frase y matiz del “sabio”, con la emoción a flor de piel por ser para muchos “alguien importante en sus vidas”, con la mente abierta para rumiar cada palabra, con las heridas abiertas para ser lamidas por su mensaje de paz, de esperanza, de alegría, de confianza, de sencillez y de amor…

Su mensaje, más actual que nunca; su voz desafinada por momentos le daba aún más valor y autenticidad a su presencia. Los temas de siempre que nos llevan al desastre como individuos, sociedad, civilización y planeta estaban presentes.
Un grito a la sencillez en el consumo y replanteamiento de la escala de valores vitales, un canto a la amistad, a la vida más allá del mercado, a la autovaloración, a la hermandad planetaria como hijos de un mismo Dios.

Al sinsentido de las fronteras artificiales (tantas veces había recitado y cantado el poema “No me llames extranjero”)… en definitiva al cambio de nuestro “chip mental” (en el fondo a la renuncia del capitalismo como modelo de relación humana). Desde la ternura, desde la comprensión, como un profundo y poético acto profético”.


Conocí a Cabral en Lima el año 2007, en mis inicios como periodista, durante un homenaje que le hizo la Comunidad Andina (CAN). Hace cuatro años de aquello y aún a pesar del tiempo, conservo el recuerdo de esa impresión de gran hombre que solo otros como Pedro Casaldáliga o ángel Olaran me han despertado.

A todos ellos gracias por mantener viva la llama de la vitalidad. A pesar de la edad y las experiencias.

A ti, Arturo, gracias por esa genial crónica.

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