martes, 16 de septiembre de 2008

Personas, la verdadera fe

Supe de Pere Casaldàliga cuando cursaba primero de periodismo en la Universitat Pompeu Fabra. Fue casi de casualidad, nos habían hecho escoger entre varios libros y, como si de tratara del presagio de algo que marcaría mis días, me decidí por ese título que escondía una parte del enigma por tierras extranjeras que tanto me fascina. “Descalzo sobre la tierra roja” es el relato de la vida de un obispo catalán que abandonó su tierra a los 40 años para entregar sus días a la causa de los menos favorecidos, los indígenas y los pobres.

En un perfecto relato, que combina la objetividad de la biografía con los viajes literarios de la crónica, Francesc Escribano, dio a conocer entonces la historia de este hombre, poeta y escritor, que ha estado siempre vinculado a la Teología de la Liberación, esa rama de la religión católica que traslada el dogma a las calles, donde se combaten las causas que tienen su escenario en el día a día de tierras muchas veces olvidadas.

Casaldàliga, primero misionero del estado de Mato Grosso, en Brasil, y luego ordenado obispo de Sao Félix de Araguaia, se posicionó muy pronto del lado de los indígenas brasileños, criticó sin piedad el régimen militar existente en ese momento y estuvo a punto de ser asesinado por ello. Apoyó la causa sandinista, lo que le costó una seria advertencia por parte del Vaticano y nunca regresó a España.

Tenía miedo de no poder entrar a Brasil, esa tierra que no le vio nacer pero que siente tan suya que cuando al cumplir los 75 años la Santa Sede le recordó que tenía que presentar su dimisión, Casaldàliga aceptó pero decidió permanecer en la diócesis que presidió durante más de 35 años. Su causa es su hogar. Es el ejemplo de que ser misionero no es un oficio que se aprenda ni se pretenda. Se es o no es. Des de las raíces que te atan a una tierra que sientes con la obligación de defender. Él lo ha sido y por eso se ha ganado numerosas distinciones y la fascinación de miles de admiradores en todo el mundo que nos inclinamos ante la consecuencia de sus ideas.

No he conocido a Pere Casaldàliga, aunque me encantaría estrechar esas delgadas manos antes de que las consuma el parkinson que sufre desde hace años. Sin embargo, tuve la suerte de conocer a otro de los grandes representantes de la Teología de la Liberación en Perú, Gustavo Gutiérrez. Fue en una de las misas que oficia el último domingo de cada mes, tras uno de los episodios más tristes que ha vivido este país en los últimos años: el terremoto que asoló Pisco y dejó casi 600 víctimas.

Hombre de una sencillez extraordinaria, Gutiérrez saludó la intrusa presencia de esas dos españolas –mi buena amiga valenciana Lidia y yo- en una ceremonia que no tenía nada que ver con las que conocía hasta entonces. Una misa donde no existen las jerarquías, donde el diálogo prevalece por sobre de los sermones y donde el juez no es tanto Dios como los hombres. Hay un espacio para la rebeldía, la sinceridad y las homilías terrenales y no existe más fidelidad a la Iglesia que la que uno se auto-imponga.

Saludamos a Gustavo cuando salimos del templo donde se ofició la misa y su profundidad y sencillez nos sacudieron tanto que quedamos absortas en el taxi de regreso a Miraflores. No necesitamos decirnos nada con Lidia para saber qué pensábamos. Nos une esa gran complicidad de las amistades que se entienden con una sola mirada, con una mueca, a veces de dolor, a veces de felicidad. La atmósfera tras esa misa llevaba compacta la lucha de alguien que no necesita predicar su trabajo, de un sacerdote, filósofo y teólogo que ha sido profundamente crítico con las políticas que han permitido que se perpetuara la pobreza en América Latina. Y que fue galardonado con el Premio Príncipe de Asturias por su tenacidad con esa denuncia y “su independencia frente a presiones de todo signo, que han tratado de tergiversar su mensaje".

El año que conocí a Gustavo me acerqué también, por primera vez en mi vida, a la obra de los jesuitas. Fue a partir de un voluntariado que realicé con niños del barrio pobre del Agustino, para fortalecer algunas de sus capacidades. No era una obra utópica. Se nos capacitó muy bien para ello, a través de reflexiones y de dinámicas de grupos. La intención no era cambiar la vida de nadie, porque no teníamos los instrumentos para hacerlo. Sólo podíamos pretender ayudarles en algunos aspectos durante unas horas determinadas a la semana. Se nos prohibía casi encariñarnos demasiado, responsabilizarnos de sus vidas.

Aunque estaba financiado por los jesuitas, “Semillas de Esperanza” era un proyecto laico, llevado a cabo por personas que tenían ganas de entregar una parte de su tiempo a esos niños y liderado por gente con una capacidad de trabajo increíble. Tanto Maribel como Lucero, como María fueron y son, para mí, ejemplos de lucha. Involucradas a veces en dos trabajos, sacaban horas de sus fines de semana para organizar cada sesión, acercarse a los padres de los niños, procesar la información del barrio y organizar las actividades del sábado siguiente.

Todas estas personas, algunas anónimas, otras mucho más públicas, representan, para mí, la verdadera cara de la entrega. Desechan los sermones para concentrarse en la acción. Sacan tiempo de donde no lo hay. No usan taxis y raramente aviones. No ostentan con sus vestidos. Y sin embargo, representan la auténtica defensa de los más desfavorecidos.

Por eso, cuando escucho al Papa, ataviado con miles de euros y desplazándose en vehículo propio entre los miles de fieles que le esperaban este fin de semana pasado en Francia, sus discursos me suenan al vacío de la contradicción, de la predicación barata, de la ironía y del espectáculo mediático.

2 comentarios:

Unknown dijo...

Hola Angels, mi primer comentario, luego de escaparme unas cuantas veces. Bueno, justo ayer antes de domir, y porque no podia dormir, estaba pensando en el tema de la religión y algunos conceptos. En general el tema me gusta aunque no practico nada, y si a alguna se me ocurre algo religioso lo remito a mi aprendizaje social: familia cristiana y colegio jesuita. En general yo tambien prefiero y creo en la gente, me parece algo más tangible y verdadero. Una cosa más pensé, yo creo que nosotros somos mas que dios, el no puede hacer algo malo, no tiene la libertad de hacerlo... es todo bondad, es un esclavo de nuestras ideas de bondad.. por eso nosotros podemos divertirno, y esto, para darle un tono comico al asunto, lo sabes tu Angels satana jaaa.

Anónimo dijo...

Tienes mucha razon en lo que escribes. Las acciones hablan mas que las palabras, y muchos pecan de fariseismo dentro de la propia Iglesia. Jesus dijo claramente que el Amor era el camino, la verdad y la vida. El Amor sano a nosotros mismos, que nos permite amar mejor a los demás. Asi que mas amor y menos derroches que no nos hacen mas felices que el sentirnos amados y amar. Cosa cada vez dificil hoy en día, cierto.
Saludos.