miércoles, 30 de junio de 2010
Guatemala: Eterna primavera, Eterna Tiranía
Jean-Marie Simon transpira sencillez. Habla sin un discurso elaborado, sin preparar su intervención, ofrecida en el Centro Cultural de España (CCE) de Ciudad de Guatemala el pasado 23 de junio. Comunica desde la espontaneidad, la misma con la que un día su cámara se disparaba para atrapar pedazos de una realidad que le chirriaba por doquier la mirara.
“Era tan obvio que la situación estaba mal en Guatemala que cualquier hubiera hecho lo mismo”, afirma desde un convencimiento aliado con la modestia. Norteamericana, valiente sin admitirlo, Jean-Marie Simon llegó al país en estos días después de haber estado fuera más de 20 años. Una ausencia difícil de comprender en quien dedicó ocho años de su vida (de 1980 a 1988) a capturar imágenes del conflicto armado guatemalteco.
Explica que necesitaba un cambio. Y el cambio la llevó a graduarse en derecho en las universidades de Georgetown y Harvard. Hoy, cuando su vida nada tiene que ver con la fotografía, sus imágenes revelan -en cambio- el doble de valor. Osadas hasta el punto de mostrar la cara más dura de la tortura, son el reflejo de la atrocidad sufrida por una población durante demasiados años. De un país enfrentado. De desconfianza. Del dolor que lleva a decidirse a integrar la guerrilla. De la desesperación que, tras 36 años, solo deja la huella de la muerte. Y que hoy sigue oliendo a muerte.
“Era gracioso porque resultaba imposible poder sacar una foto en la que no saliera un soldado”, relata mientras explica algunas de sus imágenes, ya convertidas en imaginario popular por buena parte de la población. No por otra que se niega a admitir la dudosa reconversión de algunos políticos-militares.
Consciente de que su condición de estadounidense le abrió muchas puertas, explica como trasladaba sus carretes en vuelos comerciales hacia EE.UU en la que denomina la era “Pre-Photoshop”. Una época en la que, sin embargo, se podía inmortalizar el instante presente sin necesidad de una gran cámara. “En realidad yo siempre saqué fotos con máquinas de segunda mano”, admite. La mejor prueba de que es la valentía, más que el instrumental, la que sella el reconocimiento.
Sonriente, accesible como pocos, exhibe en estos días en la sala que el CCE tiene en el Excéntrico. Sus imágenes, publicadas por primera vez en español, son el mejor reto para que no se repita el pasado turbulento. La zozobra de la que habla repetidamente. Unos años que demasiadas veces asoman en el presente. Un desafío resumido en el título de la obra: Guatemala: eterna Primavera, eterna Tiranía.
martes, 22 de junio de 2010
Voces comunitarias
Anselmo no llegó a la universidad. Cursó hasta sexto de primaria. De esa que llamamos la educación formal. De la otra, la informal, la que se adquiere en los peldaños de la vida, es un maestro.
Me recibe con una sonrisa y esa calidez tan típica de quienes crecen entre calles empedradas, lejos del humo y el estrés de las capitales, ciudades enfermizas de la civilización. De piel oscura y una amabilidad nada asfixiante, me invita a entrar en las instalaciones de Radio Ixchel.
Modesta, más pequeña de lo que la memoria nos tiene preparada, las instalaciones de esa radio representan la cara más firme del valor. Recursos limitados, voces voluntarias y algún que otro allanamiento por parte del Ministerio Público de Guatemala con la acusación de robarse frecuencias legales resumen parte de la historia de los 7 años de existencia de esta radio.
Sostenida por las donaciones de los pobladores de Sumpango -localidad situada a poco menos de una hora de la capital guatemalteca- Radio Ixchel es un espacio abierto a todo aquel que quiera participar del juego de las ondas. La verdadera democratización de la palabra.
“Muchos de los locutores son jóvenes”, me cuenta Anselmo, director de la radio. “Hablan de temas relacionados con la salud, de prevención del Sida, de lo que les preocupa a ellos”, continúa. Al igual que él, pocos de los chicos pueden llegar a la universidad. Y como él, pocos necesitan de las aulas para aprender aquello que la calle les regala. Son hijos de un país crudo, del azote de la violencia, a veces de entornos pobres.
Descendientes de un continente que genera líderes sociales capaces de abanderar las mayores luchas. Hombres y mujeres anónimos, jóvenes con la más apremiante de las necesidades: expresarse. Y con el privilegio hecho realidad de tener quienes les escuchen.
El panorama de las radios comunitarias no es sencillo en Guatemala. Sin una ley que regule su existencia, a diferencia de otros países como Colombia, viven en la alegalidad. Confundidos muchas veces con las radios piratas -aquellas que usan frecuencias adjudicadas- tienen que lidiar además con los allanamientos que a menudo ordena la fiscalía bajo el delito de ‘robo de flujos’.
Irónico de por sí, el acto –que sirve para requisar todos los materiales- supone la instalación de un silencio sepulcral. La prohibición de emitir hasta lograr conseguir nuevos instrumentos con donaciones de los pobladores.
"¿Una situación complicada?" Le pregunto a Mark, el representante de la organización Cultural Survival que se encuentra en el país desde hace 10 meses para impulsar una ley que ordene el sector. "Complicado", me responde. Especialmente porque en el momento de buscar una regulación hay que ordenar un panorama en el que la religión tiene mucho peso al ser propietaria de muchas radios o tener un fuerte protagonismo en los programas.
"Complicadísimo, entonces", le reitero. "Complicadísimo", me responde. La suya es, sin embargo, una réplica optimista, como lo desvela la risa que se le escapa al explicarme la situación. Comprometido con los pueblos indígenas desde hace años y testigo del proceso que llevó a la Declaración Universal sobre los derechos de estas comunidades, ha aprendido que desesperarse no lleva a nada.
“Hay que ser paciente, muy paciente”, me cuenta en el viaje de regreso a la capital. “Y olfatear bien los momentos para saber cuando se aceleran los procesos”, agrega. "¿Mark, nunca pierdes la fe?", insisto. “Mmm…no, soy muy paciente”.
Y entonces recuerdo las palabras de alguien muy cercano y su firmeza al decirme: ”Lograrlo no puede ser fácil”
Cuando la política, la justicia, la religión y los sistemas económicos caen en el pozo de la decepción, ellos, líderes anónimos encarnan la esperanza. Mi esperanza.
Me recibe con una sonrisa y esa calidez tan típica de quienes crecen entre calles empedradas, lejos del humo y el estrés de las capitales, ciudades enfermizas de la civilización. De piel oscura y una amabilidad nada asfixiante, me invita a entrar en las instalaciones de Radio Ixchel.
Modesta, más pequeña de lo que la memoria nos tiene preparada, las instalaciones de esa radio representan la cara más firme del valor. Recursos limitados, voces voluntarias y algún que otro allanamiento por parte del Ministerio Público de Guatemala con la acusación de robarse frecuencias legales resumen parte de la historia de los 7 años de existencia de esta radio.
Sostenida por las donaciones de los pobladores de Sumpango -localidad situada a poco menos de una hora de la capital guatemalteca- Radio Ixchel es un espacio abierto a todo aquel que quiera participar del juego de las ondas. La verdadera democratización de la palabra.
“Muchos de los locutores son jóvenes”, me cuenta Anselmo, director de la radio. “Hablan de temas relacionados con la salud, de prevención del Sida, de lo que les preocupa a ellos”, continúa. Al igual que él, pocos de los chicos pueden llegar a la universidad. Y como él, pocos necesitan de las aulas para aprender aquello que la calle les regala. Son hijos de un país crudo, del azote de la violencia, a veces de entornos pobres.
Descendientes de un continente que genera líderes sociales capaces de abanderar las mayores luchas. Hombres y mujeres anónimos, jóvenes con la más apremiante de las necesidades: expresarse. Y con el privilegio hecho realidad de tener quienes les escuchen.
El panorama de las radios comunitarias no es sencillo en Guatemala. Sin una ley que regule su existencia, a diferencia de otros países como Colombia, viven en la alegalidad. Confundidos muchas veces con las radios piratas -aquellas que usan frecuencias adjudicadas- tienen que lidiar además con los allanamientos que a menudo ordena la fiscalía bajo el delito de ‘robo de flujos’.
Irónico de por sí, el acto –que sirve para requisar todos los materiales- supone la instalación de un silencio sepulcral. La prohibición de emitir hasta lograr conseguir nuevos instrumentos con donaciones de los pobladores.
"¿Una situación complicada?" Le pregunto a Mark, el representante de la organización Cultural Survival que se encuentra en el país desde hace 10 meses para impulsar una ley que ordene el sector. "Complicado", me responde. Especialmente porque en el momento de buscar una regulación hay que ordenar un panorama en el que la religión tiene mucho peso al ser propietaria de muchas radios o tener un fuerte protagonismo en los programas.
"Complicadísimo, entonces", le reitero. "Complicadísimo", me responde. La suya es, sin embargo, una réplica optimista, como lo desvela la risa que se le escapa al explicarme la situación. Comprometido con los pueblos indígenas desde hace años y testigo del proceso que llevó a la Declaración Universal sobre los derechos de estas comunidades, ha aprendido que desesperarse no lleva a nada.
“Hay que ser paciente, muy paciente”, me cuenta en el viaje de regreso a la capital. “Y olfatear bien los momentos para saber cuando se aceleran los procesos”, agrega. "¿Mark, nunca pierdes la fe?", insisto. “Mmm…no, soy muy paciente”.
Y entonces recuerdo las palabras de alguien muy cercano y su firmeza al decirme: ”Lograrlo no puede ser fácil”
Cuando la política, la justicia, la religión y los sistemas económicos caen en el pozo de la decepción, ellos, líderes anónimos encarnan la esperanza. Mi esperanza.
domingo, 20 de junio de 2010
Autenticidad
Le puse nombre a los días, y verbo a las horas. Cantidades a todos. Creí poder seguir el mismo cómputo que los demás. Quienes vinieron antes. Pero apareciste para recordarte que existe otro calendario. Una nueva manera de aspirar. Otra forma de respirar. El objeto, la necesidad. Oxígeno.
Me recordaste que mis pasos no tienen porqué ser los suyos. Construimos la existencia de acciones y no de esperas. No existe la obligación de sumar. No en cantidades, solo en verdades. Me obligaste a la reflexión, fuiste contundente. Tal cual el filo de la navaja que muchas veces te impedí usar porque no estaba preparada para escuchar.
Ahora te oí. Estaba lista para la verdad. Para continuar el camino emprendido. No es cuestión de meses, es cuestión de autenticidad, me recordaste. Me pusiste de nuevo en el camino, un sendero del que me aparté por la necesidad imperiosa de vivir un presente.
¿Puede esa necesidad hacernos perder? Me acaban de recordar que sí. Posesión, nos reímos con ella, gran amiga. Y en verdad, no es cuestión de risa cuando de pérdida se trata. ¿Puede uno perderse tanto tiempo? ¿Puede dejar el horizonte por la necesidad apremiante de vivir un presente?
Puede. Puede absorber el presente los sueños. O confundirte con ellos. O vestirse de tal manera que sea parte del camino. No neguemos que hasta cierto punto así es. Pero asoma el péndulo, disminuye la intensidad. Y poco a poco los pasos ya no son firmes.
Interviene la duda. ¿Un abandono? ¿Un juego interrumpido? ¿Puede el des-amor haber conducido a la desidia?
Puede. O puede que se aliara con el destino para recordarte las señales. Tiempos son tiempos. Para cada quien distintos. Para uno firmes cuando aparecen de la mano de la necesidad de aire. Aire para respirar, aire para crear.
No son decisiones en vano. No las gobierna lo imprevisible. Meditadas desde lo profundo, toman más fuerza cuando te las escucho pronunciar con todo claridad. No se puede rechazar la luz entregada en forma de regalo. La autenticidad es un privilegio. Y el convencimiento su mejor aliado.
A D. H por recordarme siempre que la esencia es mejor apuesta que la comodidad. Por orientarme con firmeza cuando más lo necesitaba.
Me recordaste que mis pasos no tienen porqué ser los suyos. Construimos la existencia de acciones y no de esperas. No existe la obligación de sumar. No en cantidades, solo en verdades. Me obligaste a la reflexión, fuiste contundente. Tal cual el filo de la navaja que muchas veces te impedí usar porque no estaba preparada para escuchar.
Ahora te oí. Estaba lista para la verdad. Para continuar el camino emprendido. No es cuestión de meses, es cuestión de autenticidad, me recordaste. Me pusiste de nuevo en el camino, un sendero del que me aparté por la necesidad imperiosa de vivir un presente.
¿Puede esa necesidad hacernos perder? Me acaban de recordar que sí. Posesión, nos reímos con ella, gran amiga. Y en verdad, no es cuestión de risa cuando de pérdida se trata. ¿Puede uno perderse tanto tiempo? ¿Puede dejar el horizonte por la necesidad apremiante de vivir un presente?
Puede. Puede absorber el presente los sueños. O confundirte con ellos. O vestirse de tal manera que sea parte del camino. No neguemos que hasta cierto punto así es. Pero asoma el péndulo, disminuye la intensidad. Y poco a poco los pasos ya no son firmes.
Interviene la duda. ¿Un abandono? ¿Un juego interrumpido? ¿Puede el des-amor haber conducido a la desidia?
Puede. O puede que se aliara con el destino para recordarte las señales. Tiempos son tiempos. Para cada quien distintos. Para uno firmes cuando aparecen de la mano de la necesidad de aire. Aire para respirar, aire para crear.
No son decisiones en vano. No las gobierna lo imprevisible. Meditadas desde lo profundo, toman más fuerza cuando te las escucho pronunciar con todo claridad. No se puede rechazar la luz entregada en forma de regalo. La autenticidad es un privilegio. Y el convencimiento su mejor aliado.
A D. H por recordarme siempre que la esencia es mejor apuesta que la comodidad. Por orientarme con firmeza cuando más lo necesitaba.
martes, 15 de junio de 2010
La perfecta imagen
Acostumbraba a ser más alto, más fuerte, a brillar con mucha más fuerza. A inspirar a quien se atreviera a mirarlo. No era fácil. Cargaba tanta luz que solo algunos, de ojos penetrantes, podían aguantarle la mirada.
Era desafiante, orgulloso podría decirse. ¿O sería que así queríamos verlo?. Erguido, en las horas de su mayor inspiración, transmitía una fuerza comparable solo a la de las olas.
Capaz de opacar a cualquiera que se atreviera a enfrentarle la mirada. Hasta que de repente tembló. Se quebró algo, en lo más alto, en lo firme de su personalidad. Perdió fuerza, sutil al inicio, más grave con los minutos. Flaquearon las extremidades.
Se debilitó su respiración. Nada alarmante para quienes no lo conocieran. Incluso agradable tras las explosiones de su energía. Un mar en calma. Acompañado del suspiro de la brisa. Esa que le llegaba ahora tras horas de gloria.
Decaía. Ya nada procedía con lentitud. Perdía intensidad. No sin dignidad. Más bien al contrario, la nueva luz le daba un aire irreconocible. El rostro más fascinante de quien revela que el orgullo no era vanidad sino excelencia. Vigor en estado puro.
Belleza incluso. Últimos instantes. Reflejos de lo que fue no hacía tanto. La mirada flexibilizada. La sonrisa en paz. El merecido descanso. Un parpadeo que todo todo lo recorría. El mundo peinado. Una vida atrás. Y entonces…el último suspiro…
La última manifestación antes de una nueva luz...
La perfecta imagen del ocaso…
Era desafiante, orgulloso podría decirse. ¿O sería que así queríamos verlo?. Erguido, en las horas de su mayor inspiración, transmitía una fuerza comparable solo a la de las olas.
Capaz de opacar a cualquiera que se atreviera a enfrentarle la mirada. Hasta que de repente tembló. Se quebró algo, en lo más alto, en lo firme de su personalidad. Perdió fuerza, sutil al inicio, más grave con los minutos. Flaquearon las extremidades.
Se debilitó su respiración. Nada alarmante para quienes no lo conocieran. Incluso agradable tras las explosiones de su energía. Un mar en calma. Acompañado del suspiro de la brisa. Esa que le llegaba ahora tras horas de gloria.
Decaía. Ya nada procedía con lentitud. Perdía intensidad. No sin dignidad. Más bien al contrario, la nueva luz le daba un aire irreconocible. El rostro más fascinante de quien revela que el orgullo no era vanidad sino excelencia. Vigor en estado puro.
Belleza incluso. Últimos instantes. Reflejos de lo que fue no hacía tanto. La mirada flexibilizada. La sonrisa en paz. El merecido descanso. Un parpadeo que todo todo lo recorría. El mundo peinado. Una vida atrás. Y entonces…el último suspiro…
La última manifestación antes de una nueva luz...
La perfecta imagen del ocaso…
lunes, 14 de junio de 2010
Llegan
Difusos en formas diversas, escondidos entre el paisaje urbano, llegan. Vienen cuando más necesitas recordar el sabor del aire, cuando el camino se volvía tortuoso, cuando podía revivir el miedo. Aparecen. Se asoman casi sin pedir permiso, de la manera más sutil, sabiendo que no los llamaste. Y que por eso, los confías más.
Llegan para recordarte la mirada interna. Para asegurarte de que hace mucho que topaste contra la corriente. Para ayudarte a enfrentar el vértigo. Cascadas de sensaciones convertidas en orden en el momento que aparecen. La facilidad de transmitir. De admitir. Poder reconocer el miedo. Saber identificar el valor.
Llegan. Sin ningún llamado. Sin la garantía de quedarse. Más que el tiempo que los necesites. Usan las palabras como instrumento. La letra como excusa. Mientras de fondo, te remiten a la certeza de que conoces el camino. A la convicción de que algunos senderos son solo la forma de regresar más firme.
No dudan.
Escuchan.
Atentos.
Conocen la fórmula
Escondida solo tras la tormenta
Te sienten.
Te reviven.
Amigos...
Cómplices...
Desconocidos...
Llegan para recordarte la mirada interna. Para asegurarte de que hace mucho que topaste contra la corriente. Para ayudarte a enfrentar el vértigo. Cascadas de sensaciones convertidas en orden en el momento que aparecen. La facilidad de transmitir. De admitir. Poder reconocer el miedo. Saber identificar el valor.
Llegan. Sin ningún llamado. Sin la garantía de quedarse. Más que el tiempo que los necesites. Usan las palabras como instrumento. La letra como excusa. Mientras de fondo, te remiten a la certeza de que conoces el camino. A la convicción de que algunos senderos son solo la forma de regresar más firme.
No dudan.
Escuchan.
Atentos.
Conocen la fórmula
Escondida solo tras la tormenta
Te sienten.
Te reviven.
Amigos...
Cómplices...
Desconocidos...
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