domingo, 20 de junio de 2010

Autenticidad

Le puse nombre a los días, y verbo a las horas. Cantidades a todos. Creí poder seguir el mismo cómputo que los demás. Quienes vinieron antes. Pero apareciste para recordarte que existe otro calendario. Una nueva manera de aspirar. Otra forma de respirar. El objeto, la necesidad. Oxígeno.

Me recordaste que mis pasos no tienen porqué ser los suyos. Construimos la existencia de acciones y no de esperas. No existe la obligación de sumar. No en cantidades, solo en verdades. Me obligaste a la reflexión, fuiste contundente. Tal cual el filo de la navaja que muchas veces te impedí usar porque no estaba preparada para escuchar.

Ahora te oí. Estaba lista para la verdad. Para continuar el camino emprendido. No es cuestión de meses, es cuestión de autenticidad, me recordaste. Me pusiste de nuevo en el camino, un sendero del que me aparté por la necesidad imperiosa de vivir un presente.

¿Puede esa necesidad hacernos perder? Me acaban de recordar que sí. Posesión, nos reímos con ella, gran amiga. Y en verdad, no es cuestión de risa cuando de pérdida se trata. ¿Puede uno perderse tanto tiempo? ¿Puede dejar el horizonte por la necesidad apremiante de vivir un presente?

Puede. Puede absorber el presente los sueños. O confundirte con ellos. O vestirse de tal manera que sea parte del camino. No neguemos que hasta cierto punto así es. Pero asoma el péndulo, disminuye la intensidad. Y poco a poco los pasos ya no son firmes.
Interviene la duda. ¿Un abandono? ¿Un juego interrumpido? ¿Puede el des-amor haber conducido a la desidia?

Puede. O puede que se aliara con el destino para recordarte las señales. Tiempos son tiempos. Para cada quien distintos. Para uno firmes cuando aparecen de la mano de la necesidad de aire. Aire para respirar, aire para crear.

No son decisiones en vano. No las gobierna lo imprevisible. Meditadas desde lo profundo, toman más fuerza cuando te las escucho pronunciar con todo claridad. No se puede rechazar la luz entregada en forma de regalo. La autenticidad es un privilegio. Y el convencimiento su mejor aliado.


A D. H por recordarme siempre que la esencia es mejor apuesta que la comodidad. Por orientarme con firmeza cuando más lo necesitaba.