viernes, 14 de noviembre de 2008

Ruidos

Amaneceres de un nuevo verano español. El olor del hogar, que esta vez sabía menos reconfortante. La pérdida del sentido de la realidad. No sólo por el inevitable cambio horario, sino por el choque imprevisto. Por el rechazo a algo que, ¿ya no te pertenece? Los silencios. Los recuerdos. El presente que huye mientras pienso en un pasad…que no quiero catapultar al pretérito. Ruidos

La lucha y el debate, marcos que ahora ocupan las rebajas, los nuevos modelos veraniegos y la crisis. La indignación ante la falta de indignación. El análisis de los porqués. Las letras convertidas en refugio. La búsqueda de un nuevo yo, en un nuevo donde. Las amistades que conviene conservar. La dificultad de hacerlo cuando la necesidad es dentro y el entorno una repetición. Ruidos.

La pelea entre mundos de un mismo cuerpo. La discordia entre la ambición y la realidad. Resultados que aplazan los deseos a un futuro incierto. La paciencia como lección. El recuerdo de que la constancia convirtió los magos en profetas. La profesión la forma de huir del caos y aterrizar en una realidad robada del pasado. La visita de alguien que tardó más en salir a explorar, pero que hoy también está de acuerdo en que esto “ya fue”. Ruidos.

El vacío que azota las cumbres borrascosas. La necesidad de sentarse. ¿Sólo para unos meses? Un debate sobre alguien tan cercano que se confunde con uno mismo pero que parece ya no ser ese mismo de antes. ¿La pérdida de la inocencia? La rabia del cuestionamiento. Y después, la apacible calma. Y de nuevo, la confianza. Auto-impuesta, obligada, aceptada, parte de… La voluntad de desterrar el miedo al paraíso de los inmortales. Ruidos.

Los recuerdos y los tiempos, de nuevo en montañas rusas incapaces de frenar. Un futuro por reconfigurar. La seguridad que es posible. El amor, que llega en tierra y tiempos diferentes. Y se debe reacomodar. Y volverlo a entender. O preferir no entenderlo nunca. Porque es tan irracional que su sentido yace aquí y no en la lógica de parámetros demasiado relativos. La huida por días a otro mundo no tan lejano. Y con el viaje, la esperanza de que volar todavía es alimento imprescindible. Ruidos.

La partida necesaria. Las sensaciones que no se sienten, que no se fuerzan, que deben reaparecer con la calma con que se duermen las aguas para luego volver a despertarse. El nuevo hogar. El pecado de mirar el infinito por escribir. La confusión entre la paz ¿requerida? y el alboroto ¿necesario? La opción entre dentro y fuera. El convencimiento del cambio donde purgar y la esperanza en las nuevas calles. Ruidos.

El confort que regresa, una ciudad mediterránea que huele, de nuevo. La muerte que asoma, que, desafiante, corta el día. La vida, la eterna fuente de alegría. El sentido del todo y del porqué. La necesidad de producir, de crear, de relatar. El convencimiento de cómo y en qué invertir el tiempo. La confianza restablecida. La fuerza, que vislumbran de nuevo. Ruidos.

Ruidos que nos definen, velan por nuestros sueños, motivan desesperanzas, animan luchas, analizan porqués. Y a veces, únicamente nos esclavizan. Son simples murmullos. Voces que es mejor silenciar para darle a la sorpresa el placer de construir nuevas vías de trenes hacia un destino que el ruído nunca intuirá.

1 comentario:

lgg dijo...

Olé, esa es mi niña!!! Ya echaba de menos tus gritos contra ese ruido que intenta despistarnos... pero ahí seguimos, no?