Leo al director Matteo Garrone decir en una entrevista a la revista “La Gran Ilusión” que la amenaza a Roberto Saviano le produce "pena, dolor y amargura". No es para menos. Si las cobardes intenciones de la mafia napolitana se cumplieran, el periodista italiano, autor del best-seller “Gomorra”, no llegaría a a celebrar el inicio del próximo año. Pesa sobre él la peor condena que puede amenazar a un ser humano: la muerte. Con fecha incluída: antes de Navidad.
Saviano lo sabe de sobra y por eso sus facciones no reflejan el éxito de quien puede sentarse en mesas redondas a charlar libremente sobre su obra sino más bien el terror de quien teme ser una diana del poder. Un poder corrupto que, con sus amenazas, le ha obligado a vivir con cuatro policías custodiando constantemente su seguridad. ¿La razón? Su osadía a la hora de descifrar los negocios de la Camorra. Ha vendido más de dos millones de libros y aunque no se arrepiente de haberlo escrito, se considera “prisionero” del mismo. Los que no sufrimos la amenaza en carne propia, vitoreamos el atrevimiento de denunciar una organización sin entrañas.
Lejos de Italia, un periodista afgano de 23 años llamado Sayed Perwiz Kambakhsh ha sido condenado a muerte por descargarse de internet unos artículos críticos con unas suras especialmente machistas del Corán. Reporteros Sin Fronteras acaba de denunciar el caso en la campaña anual de apadrinamiento de periodistas encarcelados que tiene esta organización. Una buena iniciativa, según declaraba el martes pasado Rosa Montero al País: “La visibilidad mediática es un arma poderosa contra el horror y a menudo la única defensa que poseen las víctimas”. Tanto así, que la escritora ha decidido amadrinar a Sayed.
Pocos meses después de iniciarme en el mundo del periodismo, murió asesinada Anna Politkóvskaya, periodista rusa especialmente crítica con el régimen del Kremlin. El caso se me quedó registrado en la mente con la fuerza con que permanecen entre los pueblos los ídolos muertos con el puño alto. Politkóvskaya había confesado en varias ocasiones haber recibido amenazas de muerte de los servicios secretos rusos y varios periódicos aseguraron que se encontraba investigando temas relacionados con Chechenia cuando fue aniquilada en el portal de su casa en Moscú.
Esta semana, una imagen entre irreverente y chistosa ha dado la vuelta al mundo. Será probablemente el zapato más visionado en las pantallas de youtube de la historia. Fue lanzada por un periodista iraquí al presidente estadounidense George Bush en una visita al país donde reina el caos. Desde entonces, se han propagado en páginas sociales como facebook el número de seguidores del “zapatazo” y Muntazer al-Zaïdi, el osado periodista en cuestión, se ha convertido en un héroe para los árabes. En el resto del mundo, sigue despertando exclamaciones a favor de “tenía que haberle dado”.
El descaro de al-Zaïdi representa la indignación humana llevada al límite de la seguridad personal y quizás, un intento de ocupar el centro de la atención mundial. Según compañeros de profesión suyos mencionados por AFP, el periodista llevaba tiempo preparando la escena. Lejos de Irak, en espacios más reservados, y sin servirse de las cámaras que registran las visitas de los ilustres en países abandonados, algunos periodistas trabajan con la misma vocación de denuncia. Pero sin tanto escándalo y con más esfuerzo. Usan las palabras en lugar de los zapatos. Pero sus trabajos, menos visibles, merecen tantos o más seguidores.
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