miércoles, 20 de agosto de 2008

Madrid, otra vez...

Escalofriante, sobrecogedor, trágico... Y otra vez en Madrid. La capital española ha sido escenario hoy de un terrible accidente aéreo que ha dejado, hasta el momento, 150 muertos y más de 20 heridos, la mayoría de ellos con quemaduras en el 80% del cuerpo.

La tarde ha empezado con 20 muertos. Parecía un accidente menor, pero a medida que avanzaban las horas, la cifra iba aumentando. Se ha hablado de 50, de 100 y finalmente de casi 150 fallecidos. Se trata del accidente aéreo más grave de los últimos 20 años en España, que vuelve a ser sacudida sólo 4 años después de que el 11-M provocara la aflicción de todo un país.

Hoy, el dolor vuelve a ser el protagonista. Está concentrado, sobretodo, en Madrid y en las Palmas de Gran Canaria, origen y destino del vuelo JK5022 de la compañía Spanair que se ha precipitado en la Pista 36 del aeropuerto de Barajas. Los hechos han sucedido justo cuando la nave iba a despegar y aunque las causas todavía no están esclarecidas, se sabe que se ha incendiado el motor izquierdo, lo que ha provocado que el avión chocara contra el suelo.

A esta hora, cuando el accidente está en boca de casi todos los españoles, las imágenes que van llegando son las previsibles en este tipo de tragedias. Equipos de rescate y ambulancias precipitadas al lugar de los hechos, familiares atendidos por psicológos, declaraciones institucionales, equipos de investigación que trabajan para esclarecer las causas. Y los cadáveres. Otra vez en Madrid. Y otra vez en el pabellón ferial de Ifema, donde ya fueron trasladados los casi 200 muertos que dejó el brutal atentado del 11-M.

La noticia me conmocionó entonces y me conmociona hoy nuevamente. Me remite, al instante, a la piel de los familiares. “No dejes que te afecte tanto, hay accidentes en todo el mundo”, me ha dicho mi padre al llamarle para contarle que la cifra rozaba casi los 150 muertos. Habíamos hablado poco antes para decirme que en octubre me iba con él y mi tío a Alemania para hacerles de traductora en una feria que necesitan cubrir para la empresa.

Cuando he visto el accidente, lo primero que he hecho ha sido llamar a mi hermana para que no nos metiera a los tres en el mismo vuelo. Lo habíamos hablado otras veces pero nunca lo habíamos hecho efectivo. Hoy se lo he pedido seriamente. Es la respuesta más egoísta. Más intrascendetal y problablemente menos lógica. Los accidentes no llegan cuando estamos preparados para ello. Ni suelen repetirse con tan poco tiempo de diferencia. Llegan y golpean sin avisar. Y al hacerlo, actuán como afilados cuchillos que dejan cicatrices de por vida.

Cuando vivo este tipo de tragedias mi cuerpo se divide. Entre el Yo periodístico y el Yo ciudadano. Ante las imágenes del 11-M, cuando el periodismo todavía estaba era un oficio ajeno, me dominó la aflicción, la indignación y la rabia. Llamé de inmediato a mis amigos en la capital. Me enojé por la capacidad de quien fuera de provocar una tragedia de esas dimensiones.

Tres años más tarde, viví el terremotó que asoló la costa central de Perú en la propia piel. Sentí cada segundo de los más de dos minutos que duró ese sismo desde mi departamento en Lima. Y luego, ayudé a la cobertura de esa tragedia, que dejaría finalmente más de 500 muertos. Los cuatro días que siguieron a ese 15 de agosto fueron sin duda los más excitantes profesionalmente que vivía en mi corta carrera periodística.

Coordinamos la llegada de corresponsales de otras delegaciones. Hicimos rondas entre los compañeros para no dejar la redacción vacía. Estuvimos en constante contacto con la delegación central de Madrid. Contamos historias de supervivientes, números de muertos, discursos institucionales y las grandes muestras de solidaridad internacional que llegaron. Cuando terminó la cobertura llegué a mi casa y descansé, recuerdo haber pensado: ha habido un teremoto y hay más de 500 muertos....

Regresaba de la burbuja a la que el frenesí informativo te deporta. Por eso, hoy cuando mi padre me dijo: “No dejes que te afecta tanto” y le espeté “Por qué no?? Hay 150 muertos y es aquí al lado”, me sentí un poco más reconciliada conmigo misma. Venía de trabajar en EFE, donde volveré a estar mañana desde primera hora. Probablemente buscando familiares de posibles víctimas catalanas. Seguro aislando, de nuevo, el lado emocional.

Esta profesión nuestra tiene esto. Nos obliga a ser de hielo cuando otros se resquiebran. Nos hace pensar en el orden de las ideas cuando fuera todo es caos. Nos impone firmeza. Nos obliga a informar. Y aún así, seguimos adictos a ella.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Qué decir...más bien como decirlo para que no se malinterprete. El miércoles, después de 5 horas ininterrumpidas retransmitiendo, ampliando, intentando ofrecer la información principal pero también la complementaria, porque la realidad no es plana pero también para no ser un disco rallado ante el espectador que está pegado ante el televisor, la jefa de informativos nos felicitó. "En días así es cuando tiene sentido esta profesión".

El yo personal: Al día siguiente, mientras comía, leía la excelente crónica de El País. Piel de gallina, casi lágrimas en los ojos al leer (sin ni siquiera ver imágenes) los relatos de familiares y supervivientes. Como si el día anterior no hubiese oído ni visto nada.

Dd

Pao Ugaz dijo...

Horrible tragedia, en un aeropuerto que acabamos de dejar con la familia y que nos parecio terriblemente desorganizado; así como nos quedamos en el Hotel Auditorium tres dias, esperando que nos den cupo en un vuelo de Air Comet. Ojala se corrijan los errores y podamos estar tranquilos al pasar nuevamente por Barajas,
Saludos
p.d.-
http://reportajealperu.blogspot.com/2008/08/al-dia-siguiente-de-la-tragedia-en.html
P.D.-
http://reportajealperu.blogspot.com/2008/08/al-dia-siguiente-de-la-tragedia-en.html