viernes, 8 de agosto de 2008

“China, vitrina de contradicciones”


China ha limpiado sus calles, ha alterado la espontaneidad de sus ciudadanos, ha escondido su lado más polémico y se ha expuesto en vitrina. A partir de hoy el producto que ha creado para estos Juegos Olímpicos será expuesto ante los ojos del mundo. Será sometido a evaluación mundial. Pero detrás de esta vitrina se esconde una despensa de irregularidades, vulneraciones a los derechos humanos y una sarta de contradicciones. La primera, haber logrado ser el primer régimen político comunista que aplica el capitalismo más bestia.

Durante el almuerzo previo a la ceremonia de inauguración de los Juegos, su presidente, Hu Jintao, abogó hoy por defender el “llevar la solidaridad, la amistad y la paz” a “todo el mundo” y “facilitar intercambios entre la gente de todos los países, profundizar en el entendimiento mutuo, realzar la amistad y superar las diferencias, y promover la construcción de un mundo armonioso".

A más de uno, el sermón le habrá parecido la más grande de las hipocresías. Y es que un país donde se detienen ciudadanos sin garantizar juicios justos, se limitan los derechos de información y expresión y persiste la pena de muerte no parece poder enarbolar la bandera del espíritu olímpico que tanto suena en estos días.

No, China no es la meca de los derechos humanos. Ni parece que tenga intención de caminar hacia ello. Cuando se le concedió la organización de estos Juegos, el país se comprometió a respetar “los valores a asociados a la tradición olímpica” y a mejorar la situación de diferentes sectores, como la salud y la educación. Sin embargo, según un informe de Amnistía Internacional, hecho público 10 antes de la inauguración de la gran cita, ha ocurrido justo lo contrario.

Ahora bien, que sea precisamente el presidente norteamericano, George Bush, quien exprese su “profunda preocupación” por la situación de los derechos humanos en China ya roza el sarcasmo. Bush mostró ayer su rechazo “con firmeza a la detención de disidentes políticos, defensores de los derechos humanos y activistas religiosos”. Y claro, el gobierno chino le mandó al carajo, o lo que es lo mismo, le pidió no inmiscuirse en sus “asuntos internos”. Sólo le quedó rogarle mirarse al espejo de su política exterior, que, por cierto, tanta popularidad le ha traído.

Más contradicciones. La de la justicia y la política. Mientras una España celebra por todo lo alto la llegada de los casi 300 deportistas que participarán en la cita olímpica, otra España abre causas contra los chinos. Y así, tenemos al príncipe Felipe en Pequín rodeado de olímpicos a quienes considera la “mejor imagen de España”, mientras en Madrid el juez de la Audiencia Nacional, Santiago Pedraz, decide investigar la capital olímpica por la represión de la revuelta tibetana del pasado marzo, que causó más de 200 muertos.

Como a Bush, Pequín ha mandado la justicia española a otros lares. Sólo que en este caso, ha preferido ignorar la investigación que mandarle decir a Pedraz que no se inmiscuya en sus asuntos internos. Prima la cordialidad. Entre estados y para el bien de los estados. O dicho de otra forma: "las relaciones entre China y España gozan de buena salud", dijo ayer el ministro de Asuntos Exteriores y Cooperación español, Miguel Ángel Moratinos, tras entrevistarse con su homólogo chino, Yang Jiechi. No cabe en estos momentos de celebraciones andar con juicios, le faltó decir a Moratinos. Son días de jolgorio, de inauguraciones y de mostrarle al mundo la mejor cara de China.

Y, sin embargo, hay quien asegura que el país asiático tiene, y de sobras, motivos para preocuparse. El pasado lunes, el activismo islámico uigur protagonizó un atentado artesanal con cuchillos y bombas caseras que se saldó con 17 muertos. El activismo tibetano logra burlar la policía exhibiendo pancartas a favor de la libertad de la región y hoy la inauguración de los Juegos ha venido acompañada de una carta firmada por 127 atletas disconformes con el régimen.

La misiva, dirigida al presidente Hu Jintao, pide una “solución pacífica” para el Tíbet, el respeto a la libertad de expresión y de religión y la abolición de la pena de muerte.

No, la situación en plenos Juegos Olímpicos no parece la ideal. Y, sin embargo, los ciudadanos pasean ajenos a cualquier tipo de amenaza y celebran felices el inicio de sus Olimpiadas. Ayer volcados a las calles para esperar la antorcha olímpica y hoy pegados delante del televisor, los chinos no parecen, por nada, traumados por las “recomendaciones” con las que su gobierno los ha boicoteado durante meses.

Prohibición de llevar calcetines blancos con zapatos negros. Prohibición de escupir. De estrecharle la mano más de 3 segundos a un desconocido, de preguntarle por su edad, su matrimonio o su salario. Prohibición también de pelearse a las puertas de los autobuses o los metros. Mejor hacer cola. Prohibición de ir con pijama en medio de las calles, con el pantalón arremangado por las rodillas o la camiseta por encima de la barriga. Prohibición de descalzarse en los trenes y poner los pies en el asiento del compañero. Sí, los chinos van a intentar cumplir, en estos días, con estas prohibiciones fuera del estadio olímpico. Mientras, dentro, su presidente hablará de libertades, compromisos y entendimiento mutuo.

Pareciera que China encabeza la más grande contradicción del mundo en estos momentos. Y sin embargo, hoy el corresponsal de la Vanguardia en Pekín, Rafael Poch, me hizo repensar este derecho a la crítica ajena:

Puede que en Occidente (alrededor del 13% de la población mundial) estos juegos sean "polémicos", pero ciertamente no para los chinos y, seguramente, tampoco para la mayoría de los africanos, latinoamericanos, asiáticos, etc. Este mundo ya no es nuestro patio particular. Hay que abrirse a otras sensibilidades y maneras de funcionar, y olvidarse de los esquemas maniqueos en blanco y negro.

Los Juegos se celebraron sin problemas en Ciudad de México en 1968, diez días después de la matanza de la Plaza de las Tres Culturas, con centenares, sino miles, de estudiantes muertos. Fueron los "juegos de la paz". En 1984 se celebraron en Los Ángeles, pocos meses después de la invasión de Granada y en la década en la que los regimenes apoyados por Washington masacraron a 200.000 personas en América Central, el 1% de la población de los siete países de la región. En 1988, los Juegos se celebraron en Seúl, cuando Corea era una dictadura, con una matanza importante reciente y una historia de 100.000 fusilados en los años cincuenta. (La Vanguardia, Deportes, 08-08-2008).


Sí, puede que en todos esos casos, también hubiera vulneraciones a los derechos humanos. Y puede que no lo viéramos. O que lo hayamos olvidado. En ese caso, toca revisar la historia. O, en su defecto, hacer memoria. Este mundo no es nuestro patio particular. Pero los derechos humanos debieran ser el patio obligado de todos los países. Incluído el nuestro.

1 comentario:

Unknown dijo...

"El q este libre de pecado, q organice los Juegos Olimpicos"... creo q asi nos olvidariamos de ver a los miles de deportistas y todo lo q representan, en la mayoria sino en todos los paises del mundo.

Las Olimpiadas x un lado y los derechos humanos x el otro, cada uno en su espacio. Ahora miramos a China xq esta de organizador y todo el mundo sintoniza su deporte preferido en cualquier momento del dia. Sin embargo, creo q no debimos dejar de mirar a China nunca, ni a USA, ni al Medio Oriente, Africa, etc etc.

No seamos injustos con los chinitos... siempre es facil encontrar polvo debajo de la alfombra!!!