jueves, 14 de octubre de 2010

Diario de Uganda: Amarillos

Hay un momento en toda experiencia en que aparece alguien especial, esa persona con la que compartes de inmediato una misma sintonía vital. A veces llega al final de tu estancia. Otras eres afortunado y te cruzas con ella al poco tiempo de estar en el país.

Hombres, mujeres, amigos, amantes. Poco importa la categoría para quienes no creemos en las etiquetas. Puede que, tras el encuentro inicial, sentemos una amistad de años o que simplemente compartamos con ellos unos minutos de nuestra vida. Los conocemos como amarillos. Son en realidad, cómplices. Sujetos que, con distintos ojos, leen la realidad de una forma muy parecida a la nuestra.

Acabo de encontrarme con Christopher Eruti, un periodista con más de 20 años de experiencia en fotografía y documentales, director de la productora Africaazi Limited. Le conocí de casualidad hace dos días en una de las visitas que estoy haciendo a diferentes organizaciones locales e internacionales.

Quedar con alguien en esta ciudad es todo un reto. Los encuentros se posponen y posponen, o se anulan o simplemente una de las dos partes no se presenta. Cuando conocí a Christopher venía justamente de un intento fracasado de encontrarme con el presidente de la asociación de periodistas, Joshua Kalimpa, a quien esperé durante una hora en 1.000 Cups of Coffee, un agradable bar de la calle Buganda.

Imaginé que Joshua no vendría ya que me había cambiado dos veces la cita, así que me tomé el encuentro como la oportunidad de tomar buen café y leer el periódico. Después de una hora en el bar me fui a visitar Unicef, que tiene un departamento dedicado a al comunicación para el desarrollo, y otra organización. Fue allí donde conocí a Christopher. Me pasó su correo y quedamos en que le escribiría para vernos e intercambiar experiencias periodísticas.


Cuando hoy me he encontrado con él he sabido desde el primer instante que no se trataba de uno más de estos periodistas informales. Christopher estaba en la cafetería que hay debajo de mi oficina antes de la hora prevista. Hemos conectado desde el primer momento. Me ha contado su trayectoria y se ha ofrecido a llevarme a visitar su productora.

De camino a las afueras de Kampala, donde tienen las oficinas, le pregunto sobre los reportajes que ha realizado hasta el momento. Minorías étnicas, niños soldados reclutados por el LRA que apenas hablan, jóvenes con Sida…

- ¿Qué entrevista es la que más recuerdas?
- (Se ríe). Todas ellas son emocionantes. La vida es emocionante
- ¿Pero algún momento que recuerdes en especial?
- Puede que el instante más increíble no suceda mientras grabas.

Me doy cuenta pronto que Christopher es de la cofradía de quienes creemos en las historias. De los que huimos de los análisis –políticos, económicos,…- para buscar historias humanas. Somos fanáticos de la crónica. Y escogimos esta profesión porque es la única que nos permite vivir dos vidas: la nuestra y la de todos aquellos con los que nos cruzamos para explicar la realidad.

Durante el trayecto me va explicando el paisaje que nos rodea. Cruzamos los barrios de Namumngo, Muyenga y Bugolobi. Pasamos cerca de los suburbios donde malviven miles de familias. Me cuenta sobre los pésimos planes urbanísticos del actual Gobierno que han convertido Kampala en el caos que es. Visitamos el Tank Hill, la montaña desde donde se bombea el agua del Lago Victoria a la capital.

Llegamos a la productora, donde trabajan otras cuatro personas que están inmersos en la edición de una serie que acaban de ofrecer a dos televisiones nacionales para promover la prevención de enfermedades. “El Gobierno no gasta todo lo que debería en la salud, lo cual es absurdo porque muchas de las enfermedades que padecemos podrían curarse solo si la población estuviera informada”, me cuenta.

“Lo sé, Christopher pero por desgracia el presupuesto del Ministerio de Salud suele ser de los más bajos en todos los países en desarrollo”. Me muestra las oficinas, hablamos un poco más y luego nos vamos. De vuelta me lleva a visitar otra organización, a la que llegamos después de cruzarnos con vacas y cabras por un camino de piedras. Caminar estas tierras es un placer sin límites.

Después de conocer al director de la ONG me trae de vuelta al centro de la ciudad. Hablamos de los Karimojong y del placer de fotografiar sus rostros. Son ciudadanos de tribus antiguas y costumbres ancestrales que viven en cabañas y solo se cubren parte de su cuerpo. “¿Se dejan fotografiar sin problema?”, le pregunto. “Sí, les encanta, saben que son fotogénicos”.

Seguimos hablando hasta que llegamos al centro. Nos encontraremos pronto de nuevo, cuando me traiga en un DVD alguno de los documentales que ha realizado. Le agradezco la visita y el tiempo compartido. Siempre es un placer encontrarse con amarillos.

A Lidia, amarilla incondicional

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Angels, qué lindo todo lo que cuentas. Te agregué a mi lista de blogs. Te invito a que visites el mío y las historias que seguro te sonarán. Un abrazo y suerte. Belén
www.limandodistancias.wordpress.com

Anónimo dijo...

Gracias!
Qué haríamos sin los amarillos...
Love you!