lunes, 4 de octubre de 2010

Diario de Uganda: Sida, la enfermedad de los pobres

Así como los países los hacen en gran parte sus habitantes, los viajes los marcan, ineludiblemente, las personas con las que nos vamos encontrando. Fugaces cómplices con quienes a veces compartimos tan solo unas horas. Una cerveza. O un paseo. Ellos, los otros viajeros con los que establecemos sintonía en tan solo unos segundos, concentran finalmente la esencia de la vida misma. Aquello que nos permite seguir sintiendo pasión por las personas. Y lo que a menudo le da sentido al viajar.

La situación, nada céntrica, del albergue en el que me hospedo hace que muchas de las personas que pasan por aquí compartan una misma búsqueda. Una forma común de querer conocer África, lejos del alboroto de los abarrotados backpackers del centro de la ciudad, sin la urgencia de absorber la vida nocturna de Kampala y con un objetivo distinto a quienes vienen tan solo persiguiendo gorilas. A menudo nos encontramos a última hora del día en la terraza.

Megan, una afgana nacionalizada holandesa, se me acerca justo en ese momento, mientras estaba sumergida en las descriptivas páginas de Javier Reverte. Nos presentamos y nos enzarzamos pronto en una entretenida conversación. Ha estado de voluntaria en una clínica privada de Kumi, una localidad al nordeste de Kampala, donde ha estado tratando enfermos terminales de Sida.

Después de dos meses de compartir el día a día con quienes se asoman a la muerte, sigue sin entender las causas de esta enfermedad, que afecta una gran parte de la población ugandesa:

- Es increíble porque todo el mundo sabe como se contagia el Sida, hay preservativos en todos los establecimientos. Puedes conseguirlos en el baño de cualquier bar. Y sin embargo la gente sigue contagiándose, me cuenta.

- Puede que muchos de ellos sigan viéndolo lejano, sigan pensando que a ellos no puede pasarles, le respondo, pensando en que incluso en la Europa educada no son pocos los que lo viven así.

- No, porque todos tienen gente cercana que han muerto de Sida. Padres, hermanos, tíos. Saben que mata y saben como mata porque lo han visto, me explica.

Actualmente el porcentaje de personas que padece el Sida en Uganda está entre el 5% y el 6%, según el Programa Conjunto de Naciones Unidas sobre esta enfermedad (ONUSIDA). Sin embargo, mucha gente sigue sin querer hacerse las pruebas de detección, por lo que se sospecha que la cifra real supera, de largo, esta cantidad.

En los años 80 la tasa de infecciones era todavía más elevada y llegó a alcanzar más del 30%. Para intentar reducir este porcentaje, el Gobierno ha implementado durante años una política de prevención basada en la abstinencia y la fidelidad. Programas de radio y televisión, además de anuncios en la prensa y charlas en las escuelas han difundido las bonanzas de evitar el sexo.

La política, que también defienden otros gobiernos de la región, ha logrado una disminución sorprendente de las tasas de infección. Y hoy Uganda es un ejemplo en África por haber logrado uno de los porcentajes de reducción de la enfermedad más altos del continente.

No obstante, actualmente, cuando el Gobierno ha incorporado el uso del preservativo a sus políticas de prevención, sigue siendo difícil evitar algunos contagios, en especial de madres a hijos. Y es que para muchas mujeres dar de mamar a los recién nacidos es la única forma de proveerles de alimento. Es también una de las maneras más fáciles de contagiar la enfermedad.

Si a ello le sumamos que los antirretrovirales que se aplican en este continente muchas veces son los que desecha el Primer Mundo, entenderemos porqué el Sida, a pesar estar presente en todo el mundo, se ceba con los pobres. Pues es aquí, en el África Subsahariana donde se concentra el 67% de las personas que viven con el VIH y el 72% de las muertes relacionadas con la enfermedad.

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