lunes, 11 de octubre de 2010

Diario de Uganda: Hijo entre hijos


Uganda tiene más de dos millones de niños huérfanos. Muchos de ellos perdieron a los padres como consecuencia del Sida. Otros simplemente fueron abandonados. Los familiares que los acogen a menudo no tienen suficiente dinero para pagarles la escuela, de manera que tienen que ingresar pronto al mercado laboral. Informal, casi siempre.

En el otro extremo, hay quienes nacen rodeados de hermanos y de madres. Son hijos de ugandeses que se han casado con varias mujeres. Miembros de hogares donde a menudo conviven hasta veinticinco hermanos. La suerte de estos niños, aparentemente mejor que quienes crecen huérfanos, no siempre es un paraíso de afecto. Sobre todo cuando tras un matrimonio múltiple la progenitora muere.

Es el caso de Tony, un joven de Entebbe que perdió a su madre con tan solo cinco años. “Mi infancia no fue ni muy buena ni muy mala”, nos cuenta durante un día de trabajo. “Cuando ella murió mi padre se hizo cargo de mí pero solo durante un par de años. Recuerdo perfectamente que a los siete me sentó y me dijo que no me iba a pagar nada más. Que tenía que aprender a vivir solo”.

Durante algún tiempo Tony siguió yendo a la escuela. En los mediodías iba a casa a comer pero a menudo no encontraba nada. “A veces llegaba a las 12 y mis madrastras me decían que la comida no estaba lista, que regresara a la 1. Cuando volvía, ya habían comido. Y no solo no había quedado nada sino que además tenía que lavar los platos”, nos cuenta.

Al maltrato psicológico se sumaron durante una época también los golpes. “Recuerdo mucho esa época en que mis madrastras me maltrataron. No fue fácil”, revela, tras agregar que “no había mucho azúcar en casa en esa época”. Los ugandeses se refieren al azúcar como nosotros al pan. Dos formas distintas de aludir a la misma realidad: la pobreza.

Con el tiempo logró encontrar trabajo y financiarse los estudios en Ciencias Sociales. Su padre no le volvió a ayudar jamás. Gestor de proyectos de una organización social, hoy Tony habla de él sin ningún tipo de rencor. “Sé que lo hizo por mí, para que aprendiera a vivir”, cuenta entusiasta. Algunos de sus hermanos viven en la misma ciudad. Se los encuentra a menudo. Casi todos ocupan puestos de menos responsabilidad que él.

Habitualmente sonriente, Tony entristece algo cuando habla de su pasado. Pienso que una parte de él debe celebrar el presente, los logros y la superación. La otra, sin embargo, probablemente recuerde con pesar ese túnel llamado infancia a la que considera “no muy buena ni muy mala”. Sin duda una forma muy optimista de referirse a una época poco alentadora.

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