Acabo de visitar la oficina de Unicef Uganda, un elegante edificio situado en el Centro de la Ciudad. Tenía una cita con Anne Lydia Sekandi, la oficial de comunicación, para que me contara los proyectos que desarrolla este organismo internacional en el país pero sobre todo para hablar de un departamento nuevo que Unicef Uganda hace poco que ha puesto en marcha. El que se dedica a la comunicación para el desarrollo.
Escogí visitar Uganda por la situación estratégica del país. Pues además de haber albergado un conflicto durante más de 20 años en su propio seno, Uganda colinda con otras naciones víctimas de la violencia. Sudán ha alcanzado quizás el mayor grado de mediatización en los últimos años por el drama de los refugiados de Darfur, más de un millón de personas que han sido desplazadas desde que en 2003 empezaran los combates entre los grupos rebeldes y las milicias progubernamentales.
La violencia en este país, sin embargo, no nace con el conflicto de Darfur. Las dos guerras civiles anteriores hicieron también estragos. En la vecina República Democrática del Congo los enfrentamientos desde 1998 han situado a este país como el que causado más víctimas desde la II Guerra Mundial, 5, 4 millones, según Oxfam Internacional. El genocidio ruandés, del que hoy pocos locales quieren hablar, es otro ejemplo de la violencia que ha castigado la zona.
“No entiendo porqué alguien como Àngels viaja a una zona como esa”, le decía a mi padre un conocido poco antes de que partiera de Cataluña. La zona de los Grandes Lagos sigue despertando miedo entre muchos europeos si bien países como Uganda o Ruanda son destinos mucho más seguros que otras naciones latinoamericanas, por ejemplo.
Para quienes creemos en el ser humano, entender la violencia es el primer paso para poder construir la paz. Para algunos periodistas utilizar los medios de comunicación para ello es, además, casi una obligación. Ruanda nos dio en 1994 uno de los casos más flagrantes de fomento del odio a través de los medios con las proclamas de la Radio Televisión Libre de las Mil Colinas en contra de los tutsis.
Fue quizás el más atroz ejemplo de lo que se ha determinado en llamar hate media y que también se usó durante las guerras yugoslavas y en el régimen nazi. Precisamente por el impacto negativo que tuvieron los medios en estos escenarios, no es de extrañar que fuera en las repúblicas ex yugoslavas donde Naciones Unidas iniciara sus proyectos de comunicación para la paz en 1993.
El programa piloto de Unesco en esta zona se dedicó a proporcionar decenas de toneladas de equipamientos a medios electrónicos y equipos de oficina a agencias de noticias, al tiempo que formó periodistas para garantizar el pluralismo mediático. Tras esta primera experiencia el programa siguió en Ruanda, donde Unesco puso en marcha en 1994 la emisora “Agatasha”, con el apoyo de Reporteros sin Fronteras (RSF) para ayudar a los refugiados a encontrar a miembros de su familia perdidos, así como para difundir información básica sobre agua potable y alimentos.
Hoy, más de 15 años después, algunos países como Colombia -donde el conflicto ha castigado a miles de familias- albergan varios centenares de iniciativas de este tipo. Su propósito es usar los medios para pacificar las sociedades, lo que a menudo implica, la aceptación previa de la condición de víctimas.
Entre sus funciones están recuperar los espacios públicos que se han abandonado por el miedo a los actores armados, facilitar a los niños y jóvenes el relato de vivencias traumáticas, permitir el acceso de todos los grupos étnicos a los medios, construir ideas no violentas en áreas castigadas por el conflicto, fomentar el tejido social quebrado por la desconfianza a formar parte de uno u otro actor armado y promover valores pacíficos, entre otros.
En Uganda, Lydia Sekandi me explica que no existe un departamento de comunicación para la paz, a pesar del conflicto que ha castigado el país durante dos décadas. Sí existe, sin embargo, un departamento de comunicación para el desarrollo, de recién creación.
A diferencia de lo que implementa Naciones Unidas en otros países, aquí no utiliza la radio y la televisión como instrumentos para fomentar el desarrollo. Utiliza la comunicación humana. Analiza los hábitos y costumbres de las zonas con menos acceso a la salud y la educación para identificar como promoverlas.
“Por ejemplo en Karamoja sabemos que los niños no van a ir a la escuela a menos que puedan hacerlo a primera hora de la mañana o a última de la tarde cuando ya no son necesarios para trabajar. Sabiéndolo, hemos habilitado escuelas en estos horarios”, me explica Lydia Sekandi.
Sucede algo parecido con la salud. La única forma de lograr unir a algunas comunidades para formar la prevención es después de las misas. “Hemos optado para hacer los talleres en ese momento”, agrega la oficial de comunicación de Unicef.
Humana, radial o televisiva, la comunicación es un potente instrumento para lograr cambios. Depende solo de cómo queramos contar la verdad el que se fomente el enfrentamiento o la comprensión.
“Si bien los periodistas desplegados en zonas de crisis no pueden hacer la paz en conflictos armados o guerras, sí se encuentran en una posición privilegiada para contrarrestar el escalamiento de la violencia y aportar, así, a la construcción y consolidación de la paz”, Rousbeth Legatis
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
No hay comentarios:
Publicar un comentario